La homofobia no es una enfermedad, es una actitud de odio al otro de la cual se es responsable, una actitud que se puede cambiar, como tantas otras. No tiene nada que ver con extraños procesos inconscientes (homosexualidad reprimida, trauma infantil, arrebato inevitable), sino que es una decisión deliberada y consciente, un posicionamiento social e ideológico avalado por discursos colectivos (los chistes de maricas, el machismo, la educación, la ciencia, la impunidad, el régimen social de heterosexualidad obligatoria).

Es importante por ello desmantelar ese discurso, de manera que incluso desde el punto de vista legal o jurídico nadie pueda utilizarlo como coartada de lo que es simplemente un acto de brutalidad planificado y alevoso.

La homofobia es uno de los trastornos psicosociales más en Latinoamérica. Su característica principal es la negación (“yo no sufro de homofobia”), por esto se le puede llamar, como a la hipertensión, el enemigo silencioso.

Si el origen de la homofobia es religioso, debe someterse al paciente a un sermón pastafárico diario, sobre como el Monstruo Espagueti Volador ama a todas sus criaturas por igual. Como nos revela el Evangelio según San Albondiga, todos los hombres y mujeres han sido bendecidos por el tallarinesco apéndice divino, sin distinguir quién mete qué en cuál de sus orificios.

La homofobia puede discernirse por el comportamiento violento del enfermo tanto a nivel verbal como físico. Aunque los que padecen estos síntomas pueden lograr ser atendidos y puestos en cuarentena rápidamente en la comisaría local, estos casos son los que más suelen afectar a la salud, al menos a la salud de los homosexuales atacados.

Ciertos tipos de homofobia pueden distinguirse por los abruptos sobresaltos de fervor religioso que los preceden. Sin embargo, este síntoma no resulta inequívoco a la hora de llevar a cabo un diagnóstico, ya que en algunos sectores de la población, el mismo síntoma resulta ser el indicio de otras males, tales como la predilección clerical por los jóvenes monaguillos.

La homofobia se manifiesta con ligeros síntomas de agitación, comezón en la nariz, malestar estomacal, dificultades respiratorias y cardiovasculares, pero sobre todo, una incontrolable urgencia por exteriorizar la propia virilidad. En los casos de mayor de gravedad, los homófobos pueden llegar a colocarse cinturones de castidad, para protegerse ante la amenazante cercanía de un homosexual.

Existe una teoría según la cual la homofobia es de carácter social, consecuencia de las creencias culturales y religiosas. En otras culturas, como por ejemplo la Antigua Grecia, la homofobia y la televisión eran enfermedades desconocidas. Hombres y dioses vivían en un estado de continua promiscuidad y orgía, sin distinción entre macho..., hembra, fauno o centauro. Tan entretenidos estaban que no se vieron venir encima a los romanos. Se cree que junto a las primeras transmisiones a color de leones comiéndose a los castos cristianos en el coliseo, surgieron los primeros destellos de homofobia.

Otros investigadores afirman que la homofobia se trata de una enfermedad de orden exclusivamente psicológico, que surge a partir de eventos traumáticos sufridos en la temprana infancia. Si por error los padres llegan a vestir a su varoncito de hada madrina para la obra escolar, o amenazarlo con quitarle su varita mágica, el niño será propenso a desarrollar un miedo ante todo aquello que pueda amenazar su masculinidad, como la tentadora visión de dos musculosos motociclistas untándose aceite el uno al otro.

Algunos especialistas sostienen que la homofobia se trata de una enfermedad genética y hereditaria. Se ha comprobado estadísticamente que los hijos de padres homófobos tienen altas posibilidades de contraer el mal desde una temprana edad. Sin embargo, aún no se ha logrado identificar el gen que transmite el odio
La Homofobia es un trastorno mental, que se manifiesta como un severo estado de pánico ante la presencia, cercanía o mera mención de individuos de tendencia homosexual. Junto con el racismo y la estupidez humana, la homofobia es una de las condiciones de más difícil curación. En muchos países, es una de las enfermedades más extendidas, al punto de que quienes la sufren suelen consolarse con la idea de que el propio "dios"la padece.

(Visto por las profundidades del Facebook)

1 comentarios:

Anónimo dijo...

pura basura

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