(Texto leído por Osvaldo Bazán ante el Congreso argentino, antes de la aprobación del matrimonio igualitario en ese país el 5 de noviembre de 2009)

Señora presidenta: no estaba previsto que yo hablara en esta reunión. Simplemente quiero contar algunas cosas.
El niño homosexual y la niña lesbiana están en guerra. No saben el niño homosexual y la niña lesbiana ni que son homosexuales ni que son lesbianas ni que están en guerra.
Cuando un chico judío es atacado por la tontera de afuera, vuelve a su casa y habla con su padre. Entonces su padre le dice: “Hijo, estos son los valores. Esta noche no es como todas las noches. Nosotros tenemos una tradición, tenemos algo y un lugar en donde vos tenés que estar acompañado y no solo”.
Cuando el niño negro vuelve a su casa, atacado por la tontería del afuera, sus padres le dicen: “Hijo, no estás solo”. Le hablan de parto, de una guerra, de una tradición y le dicen: “Vos estás en esta tradición y tenés estos valores”.
Cuando los niños homosexuales se ven distintos, no puede ir a su casa porque muchas veces allí está el principal enemigo.
Creo que muchos de los que no son homosexuales o lesbianas tienen mucha dificultad para entender esto. Entender que cuando uno es un chico de ocho, diez, doce, quince años no sabe qué le pasa pero sí que eso no es lo que le ocurre a los demás, o en todo caso, a las mayorías que él ve en los demás. Sin embargo, sí sabe ese chico que todos aquellos que tienen alguna obligación en su cuidado le temen o no lo quieren.
Para la religión, históricamente la homosexualidad y todas las sexualidades no reproductivas fueron un pecado; para la ciencia fue una enfermedad, y para el Estado y las leyes fue un delito.
Díganme cómo hace un chico de doce, trece, catorce años que ni siquiera sabe dónde está parado para defenderse de la ciencia, de las religiones y del Estado, que están en guerra con él solamente porque nació en territorio equivocado.
Lo que este chico no sabe es que nació en medio de una dinámica de relación entre mayorías y minorías que en general ha sido cruel. Él no sabe por qué, pero es así.
En este momento el chico homosexual o la chica lesbiana no saben lo que está pasando en este lugar donde estamos nosotros. No saben que alguna gente tiene una responsabilidad muy seria sobre cómo serán sus vidas en los próximos años.
Hay varias posibilidades que ustedes tienen de ahora en más. ¡Por qué no se hacen cargo las mayorías heterosexuales?¿Por qué no se hace cargo el Estado heterosexual de que nos trata de una manera distinta?¿Por qué no le dice de una vez a los homosexuales: “somos mejores, moralmente somos superiores; ustedes no valen porque lo de ustedes es un desvalor?¡¡¡¿¿Por qué no nos matan?

¡Por qué no se hacer cargo el Estado de que efectivamente nos trata de otra manera? Evidentemente, todos tenemos derecho a casarnos, siempre y cuando seamos heterosexuales. A lo que no nos dan derecho es a ser homosexuales. No nos están dando ese derecho porque nosotros precisamos de algunas leyes básicas. ¿Por qué el Estado no se hace cargo de que se queda con al plata de nuestras pensiones y de nuestras herencias?¿Por qué no se hace cargo de eso, que es lo que está sucediendo?
Hay algunas preguntas que me han hecho desde el desconocimiento básico, desde el prejuicio, cuando se habla de matrimonio entre personas de un mismo sexo. Una de ellas es que si mañana tres personas se quieren casar, ¡habrá que aprobarlo también?
En ese sentido, hay algo muy claro. Hasta ahora no ha habido grandes movimientos –ni en este país ni en ninguno- para que eso ocurra. No hay marchas, no hay quinientos años de tradición de la represión en esto. Si lo hubiese, deberíamos empezar a hablarlo. Pero no lo hay, al menos por ahora. No se ve en la calle la marcha que todos los años se organiza aquí y en el resto el mundo. Si la hubiese, quizás ustedes sí deberían empezar a pensarlo, porque en todo caso el Estado está para dar forma jurídica a lo que la sociedad está haciendo.
En cambio, la sociedad sí convive con estas relaciones homosexuales y lésbicas, que existen desde hace muchísimo tiempo, y con la mayor sinceridad, íntimamente piensen en algún pariente de ustedes.
Otra cosa que me han preguntado es: ¡Y si mañana alguien quiere casarse con un delfín, habrá que aceptarlo? Quienes crean que nuestras relaciones son como enamorarse de un delfín, de verdad están hablando más de ellos que de nosotros mismos. Nosotros, al menos por ahora, no nos hemos enamorado de un delfín y no veo que eso vaya a suceder.
También preguntan qué pasa si todos son homosexuales, ¿nos vamos a quedar sin humanidad? A ningún homosexual y a casi ningún heterosexual se le ocurriría pensar que todos debemos ser iguales. Sólo algunos pocos heterosexuales quieren que todos seamos iguales, y lamentablemente intentaron imponer esa idea con sangre y fuego durante más de quinientos años, cosa que no han conseguido.
Finalmente, y perdón por el exabrupto pero no estaba preparado para este momento, quiero decir que estoy muy orgulloso de poder estar acá, y que no importa por qué soy homosexual, porque no me importa por qué ustedes son heterosexuales. No me importa si lo son; lo que me importa es que nos tratemos bien.
Hay una mala noticia, y es que las uniones homosexuales existen desde hace muchísimos años. Contrariamente a lo que decía una señora preopinante, tengo una relación desde hace once años. Casi todos mis amigos heterosexuales que en la misma fecha se pusieron de novios, lamentablemente ya se divorciaron y ahora vienen a llorar a casa.
Para terminar quisiera agregar que cuando se saquen del medio todos los prejuicios la ignorancia y la crueldad se sabrá finalmente una verdad terrible que estuvo oculta desde hace muchísimo tiempo, y es que la homosexualidad no es nada.

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