En estos últimos días he leído por casualidad las escuetas referencias a varias personas homosexuales anónimas; su principal característica era el aislamiento social en el que vivían y, quizás como causa de ello, una total incomprensión y seguramente también un cruel acoso.

Dichas reseñas sorprenden por su lenguaje repleto de prejuicios que unas veces roza lo caricaturesco y otras incluso el cinismo; desde luego están impregnadas de homofobia y carentes de sentimiento humano o de piedad comprensiva. Y todo esto sorprende más si quien lo escribe es uno de los más importantes antropólogos del siglo XX, persona cultísima y quizás uno de los hombres más viajados de la Europa de su época. Comencemos por él.

Claude Lévi-Strauss estaba preparando la caravana para uno de sus largos viajes antropológicos al interior casi inexplorado del Brasil occidental. Se encontraba en Cuiabá, de donde partiría con su caravana de mulas y bueyes hacia las tribus que se situaban a varios cientos de kilómetros de ese lugar. Era Cuiabá en esa época (finales de los años 30) una mísera y casi olvidada aldea brasileña del interior profundo del Mato Grosso, de quien era decrépita capital, si bien hoy en día cuenta con más de medio millón de habitantes y un caótico y megalómano urbanismo repleto de feos rascacielos. Necesitaba guías, boyeros y otras personas que lo acompañasen en tan fatigoso viaje a través del inclemente sertão, entre ellos un cocinero, sobre el cual una persona tan ilustrada como es el judeofrancés Lévi-Strauss vierte las siguientes palabras llenas de prejuicios incomprensibles en un antropólogo de su categoría:

El obispo de Cuiabá me había impuesto como cocinero a uno de sus protegidos (al cabo de algunas etapas descubrimos que se trataba de un veado branco -'venado blanco'-, es decir, un pederasta, que sufría de hemorroides hasta el punto de no poder montar a caballo). Se puso muy contento cuando nos dejó.
[ de la pág. 287]
LÉVI-STRAUSS, Claude, Tristes Trópicos. Barcelona: Paidós, 1988. ISBN: 84-7509-465-1



Uno piensa, no sin maldad, que quien se puso contento por su partida no fue ese veado branco (=homosexual), sino el propio Lévi-Strauss, seguramente aterrado por la presencia y convivencia con un "pederasta" (=homosexual) en una tropa exclusivamente masculina durante un año entero entre selvas y soledades. Imposible ponerse contento si se renuncia a un salario en francos franceses durante todo un año en el paupérrimo Mato Grosso de la época, lo cual daba (en palabras del propio Lévi-Strauss) para crearse un pequeño capital.

Se nota un mal disimulado cinismo en todo el pasaje: un desdichado homosexual que se ve obligado a abandonar la caravana muy posiblemente debido a su condición sexual nos es mostrado como un pobre sufridor de hemorroides que le impedían progreseguir sobre las cabalgaduras. Estoy convencido, ya lo he dicho, que su abandono no fue voluntario ni su verdadero motivo sus hemorroides, sino más bien que su abandono fue obligado y su verdadero motivo su condición sexual; por mucho que Lévi-Strauss pretenda convertirlo en un cínico pasaje pseudohumorístico. Pero, como muy a menudo en los textos del ilustre antropólogo, sus palabras tienen más de una dimensión; en este caso pretende asociar claramente hemorroides con sexo anal, tópico absolutamente falso muy en boga incluso en nuestros días. Por no hablar de que la presencia de ese "veado branco" en la caravana le fue impuesta contra su voluntad o de la elección del ultrajante término "pederasta" para calificar a los homosexuales en general, y en particular a ese pobre cocinero de Cuiabá, cuya existencia debió ser tan infeliz como la del desolado y solitario paisaje de la región que habitaba.




Manifestación del orgullo gay en Cuiabá; las cosas parece que han cambiado mucho desde la época del desdichado cocinero de la caravana de Lévi-Strauss...

Pero el antropólogo judío nos sorprende también con otro pasaje de semejante jaez en el mismo libro. Unos años antes de la referida estancia en el Brasil, se encontraba residiendo en Nueva York, desde donde acudió a la cercana Fire Island. Allí se quedó impactado, shockeado, ante esta situación, que describe con su habitual lenguaje bidimensional y exageración:

El lúgubre y mal llamado Porto Esperança [corazón del municipio de Corumbá] subsiste en mi memoria como el paraje más lúgubre que pueda encontrarse en la superficie del globo, con excepción quizá de Fire Island en el Estado de Nueva York, cuyo recuerdo suelo unir al anterior, pues ambos lugares ofrecen la analogía de juntar los datos más contradictorios, pero en claves diferentes. Ambas expresan el mismo absurdo geográfico y humano, aquí cómico, allá siniestro
[ de la pág. 167]
LÉVI-STRAUSS, Claude, Tristes Trópicos. Barcelona: Paidós, 1988. ISBN: 84-7509-465-1



Ese lúgubre lugar constituye un "absurdo humano" por el mero hecho de estar habitado (en los ya lejanos años 30) por parejas de hombres homosexuales que se instalaron a vivir en esa inhóspita isla para poder tener un mínimo de libertad sin sentirse perseguidos, aunque el precio que tuvieran que pagar fuese vivir en un ghetto. Tras describir el absurdo geográfico de la isla, Lévi-Strauss nos narra su absurdo humano:

Cherry Grove [la aldea situada en Fire Island] está principalmente habitada por parejas masculinas atraídas sin duda por la inversión general de todos los términos. Como en la arena sólo crece hiedra venenosa, en forma de anchas placas, hay que abastecerse una vez por día en la tienda del único comerciante instalado al pie del desembarcadero. En las callejuelas se ven parejas estériles que regresan a su cabaña empujando cochecitos ocupados sólo por las botellas de leche del week-end, que ningún niño tomará.
[ de la pág. 167]
LÉVI-STRAUSS, Claude, Tristes Trópicos. Barcelona: Paidós, 1988. ISBN: 84-7509-465-1



Las sutiles puñaladas lévi-straussianas se vuelven aquí groseros chascarrillos al asociar la "inversión" paisajística (una isla desolada -hoy, por cierto, un pijísimo y nada lúgubre lugar de veraneo de las afueras de Nueva York-) con la "inversión" humana. Los homosexuales son para el ilustre antropólogo no sólo pederastas sino también invertidos.

Y es difícil de entender que un antropólogo como él, acostumbrado a describir, comprender y dar explicaciones coherentes a las más bizarras y aberrantes prácticas humanas de las tribus más prmitivas, no sea capaz de entender los factores sociales y humanos que llevaron a esas parejas de homosexuales a aislarse de la sociedad y a autoexiliarse en aquella isla. Desde luego no lo hicieron "atraídos por la inversión general" de la isla, sino que eso que para él es "inversión" es el fruto y consecuencia de unas causas determinadas y muy tristes.

Acostumbrado como estaba a las mayores aberraciones humanas practivadas por los indígenas, es inentendible que le pareciera tan horripilante y espeluznante un pueblo habitado sólo por parejas de hombres, que hizo que tachara el lugar como el segundo más lúgubre de todos cuantos él había conocido. Me extraña que el fundador de la antropología moderna, y especialmente el creador de de la antropología estructural, pudiera entender los motivos del canibalismo ritual de los tupíes y sin embargo no entender -en tanto que seres humanos que son- a los homosexuales que, huyendo seguramente de críticas o persecución, vivían su amor en libertad en ese lugar. Como ilustre antropólogo ignoro por qué no entendió esa situación.

Para desazón y bochorno de Lévi-Strauss, que murió con 101 años en el año 2008, Fire Island ha sido y sigue siendo uno de los principales lugares habitados por la comunidad gay en los EEUU, no en vano desde los años 60 se la empezó a conocer como "The Gay Island".




Algunos ejemplos que muestran como Fire Island siguió siendo hasta nuestros días un lugar predilecto por la comunidad homosexual neoyorkina, para disgusto de Lévi-Strauss.



La última reseña que leí no era de ningún antropólogo ilustre, sino de unos aficcionados a la historia local. Se trata de una espeluznante descripción del municipio brasileño de Teolândia (='la tierra de Dios', el nombre lo dice todo) en los años 60. Traduzo del Portugués:

El comportamiento de sus habitantes era muy sencillo: las mujeres usaban vestidos plisados, blusas y faldas por debajo de las rodillas, sin escotes y con mangas, hechos con un tejido llamado "chita y bulgariana". Los hombres usaban pantalones largos de tergal y camisas de manga corta o larga. Los noviazgos solo se producían a partir de los diecisiete años de edad. Nunca se veía a ninguna chica embarazada sin estar casada. La prostitución no existía, pues no era aceptada por la sociedad. La homosexualidad era abominable; sólo en la década de los 60 había un homosexual en Gandú [pueblo colindante con Teolândia], que, sin embargo, vivía aislado. (1)

Esta descripción del paraíso ideal de los puritanos religiosos (seguramente más idílico que real), está recogido punto por punto en la wikipedia portuguesa, y, en su idílica pero malvada inocencia, una manera de pensar sobre los homosexuales seguramente bastante extendida en esa década, y aun hoy, en el Brasil: el homosexual, practicador de actos abominables, era rechazado y aislado.

Los tres casos que he descrito y que casualmente he leído casi juntos estos días, tienen una cosa en común: el alejamiento, postergación y aislamiento de los homosexuales de la sociedad "sana": el cocinero que hubo de dejar la caravana de Lévi-Strauss; las parejas de homosexuales neoyorkinos que en los años 30 hubieron de huír a una isla inhóspita para poder vivir su amor; o el innominado homosexual que vivía su aislamiento social en Gandú, en el antiguo cinturón fundamentalista brasileño.



Incluso en Gandú las cosas han cambiado desde los años 60: el lugar en donde vivía un único homosexual y aislado celebra anualmente su orgullosa marcha gay, como la de la foto, ya sin complejo alguno y con unos cuantos homosexuales más que el único que había en los años 60 (hasta a quienes le interesaba difundir esta falsedad sabrían que ese hombre no sería el único gay que habría en su ciudad)
Fuente


Esas tres tristes historias tienen en común otra cosa no menos indignante: el trato despreciativo, burlesco e inhumano con que los narradores cuentan sus historias. Pero estas historias seguramente sean meras anécdotas en un mar de constantes y mucho más graves ataques diarias, presentes y pasados a las personas homosexuales. Si las traigo a colación es porque me tocaron el alma, porque detrás de esas groseras descripciones veía a personas humanas con sentimientos que se vieron postergadas a la clandestinidad y al aislamiento social debido a su condición sexual; infelices en un mundo de infelices.

Me llegaron al alma, sí, por anecdóticas que fuesen esas historias. Y me imaginaba la vida del cocinero de Cuiabá y qué sentiría, que emociones tendría, cómo sobrellevaría el desprecio o su propia condición sexual. E igualmente me imaginaba la cara y le ponía nombre al aislado de Gandú; pensaba qué sentiría, cómo haría para ser feliz y dónde viviría su aislamiento.

He visto personas con sentimientos detrás de esas narraciones, hermanos homosexuales pioneros que sufrieron por ello en vez de ocultarse. Lo pagaron con el desprecio y aislamiento social, pero espero que nosotros los honremos con nuestra memoria, aun póstumamente.


Un poco de crítica, muy necesaria, hacia la vaca sagrada lévi-straussiana:

http://www.cartacapital.com.br/cultura/a-vida-como-estrutura/

_______________________
NOTAS:
1. La fuente dice lo siguiente en cuanto a la recopilación de los datos que reproduzco (trad. del portugués): "Este trabajo ha sido posible gracias al trabajo (sic) de pesquisarealizada por la profesora Rita de Cássia Neves, estudiante de Historia en la FACSA, y por Julival de Melo Almeida, licenciado en Geografía por la Universidad del Estado de Bahía, junto con los antiguos habitantes de la ciudad [de Teolândia], entre los que se destacan el señor João Benedito Fernandes (In memoriam), la señora Escolástica (primera profesora del pueblo), el señor Zacarias Borges de Oliveira (In memoriam), la profesora Tânia Assunção y las declaraciones de D. Geró e D. Olga".
top