Sängerin Lola Young spricht über ihre Kokainabhängigkeit
Hace 12 horas
Respuestas positivas contra la homofobia !
Lo natural es parir con dolor, morirse antes de cumplir los 30 años, la suciedad, la enfermedad. Lo natural es que uno de cada diez niños no sobreviva al parto, que una de cada veinte madres fallezca al dar a luz. Lo natural es que sólo sobrevivan los más fuertes, que los miopes no lean. Nada más natural que el sarampión, que el cáncer, que la caries, que la peste, que la malaria.
La lucha contra natura es el verdadero motor de la historia. Es lo que de verdad nos diferencia del resto de los seres vivos: nuestra capacidad para sobrevivir a la naturaleza, por dura que sea, y en cualquier parte del mundo. Por eso hay humanos en el ártico y en el ecuador. La inteligencia es el medio, no el fin: es la forma más útil que han encontrado nuestros genes para perpetuarse, para inmortalizar esa ininterrumpida herencia de ADN que un día consiguió salir del agua, encender el fuego, cincelar sobre piedra la primera palabra, llegar a las estrellas. ¿Jugar a ser dios? Llevamos haciéndolo desde el momento en el que el homo sapiens inventó una herramienta y se convirtió en creador. Porque ningún otro ser vivo había modelado su realidad de tal forma como para que lo humano se convirtiese en la medida de las cosas.
El miedo también es natural, otra estrategia genética de supervivencia. Y de él nace una forma de miedo más refinada, que es la superstición. Veinte siglos de Iglesia Católica nos contemplan en defensa de lo natural, del orden establecido, de la comodidad de los márgenes explorados del conocimiento, del dogma contra la razón. La mala noticia es que vamos para atrás; antes había al menos espacio para la duda. “Porque, no pudiendo en manera alguna la verdad oponerse a la verdad, necesariamente ha de estar equivocada o la interpretación que se da a las palabras sagradas o la parte contraria”, admitía León XIII sobre las contradicciones entre los descubrimientos de la ciencia y la fe católica en su encíclica Providentissimus Deus, en 1893. Un siglo largo después, la doctrina vaticana se ha vuelto mucho más inflexible.
Hace décadas que triunfan en Roma las tesis de la contrarreforma frente al aperturismo del Concilio Vaticano II. Ganaron los que argumentan que la Iglesia Católica retrocede porque cede, que aquellos intentos por acercar a dios a la sociedad son la causa de la pérdida de fieles, que no es la fe la que tiene que adaptarse a los tiempos sino los tiempos los que tienen que detenerse para la fe. Es la montaña la que debe moverse, no Mahoma. La verdad no debe oponerse a la verdad. Y la verdad está en la Biblia, no en la ciencia, sentencia ahora Ratzinger frente a la vieja duda de León XIII.
Toda tecnología lo bastante avanzada es indistinguible de la magia, decía Arthur C. Clarke. Y la magia es la matriz del milagro, por eso fe y ciencia siempre se han llevado mal, porque compiten entre sí en el mercado de la esperanza. El milagro de la vida, su magia, es hoy una tecnología lo bastante avanzada como para que dos mujeres puedan compartir la maternidad natural de un bebé, para que una ponga el vientre y la otra su ADN. Pronto llegará el siguiente paso: que una mujer pueda tener un bebé mezclando su carga genética con el de otra mujer, su pareja, sin necesidad de que intervenga un varón. Ya se ha hecho con ratones. El siguiente salto es aún más alucinante pero no por ello mucho más lejano: a partir de una célula, de un pequeño pedazo de piel, se podrán crear espermatozoides con los que una mujer podría fecundarse a sí misma, sin necesitar el ADN de nadie más. ¿Contra natura? No mucho más que la penicilina o el viaje a la Luna. Sólo cambia nuestra capacidad de asombro.
Lo natural no es bueno por naturaleza, pero tampoco malo. Nada más natural que el ser humano, que su afán diario por aferrarse a la vida. Lo natural es morirse pero también luchar contra la muerte, por eso ahora vivimos casi cien años. Algunos genetistas aseguran que esa fecha de caducidad de los seres vivos, que ese límite a la inmortalidad, responde a una lógica darwinista, pues lo que no muere no evoluciona y hace falta transformarse en abono para dejar sitio a lo nuevo. En el siglo XX bastaron los antibióticos y lavarse las manos para duplicar una esperanza de vida que nadie sabe hasta dónde se puede prolongar en este siglo.
Lo natural también era que un amor durase toda la vida, pero es que antes la vida duraba muy poco. Respondía a una lógica: crear familias lo bastante estables como para proteger a la prole. Lo natural, en cualquier caso, es mucho más simple que un matrimonio: consiste en ese impulso ancestral, grabado a fuego en nuestra herencia genética, que lucha por perpetuar nuestro ADN. Para la naturaleza lo demás es superfluo, accesorio. Lo natural no sabe de peras y manzanas. Lo natural es el amor, aunque las que amen y quieran amar a un hijo, a su hijo, sean dos mujeres enamoradas.
A todos los heteros, de cabeza coronada o mente rapada, que se permiten hacer estúpidas bromas sobre el orgullo gay; que se preguntan con sorna por qué no se celebra un orgullo heterosexual; que critican que digamos con quién nos acostamos o nos dejamos de acostar tachándonos de exhibicionistas, el típico exhibicionismo marica que desfila en carrozas cada 28 de junio.
Ellos son distintos, hombres prudentes y discretos, personas respetables, ciudadanos de bien. Ellos nunca se pasaron la adolescencia presumiendo de a cuántas tías se la habían metido. Ellos nunca han contado un lunes, a la hora del café, al resto de los compañeros de la empresa, cuántas bragas han conseguido como trofeo el sábado por la noche. Ellos nunca se han mostrado públicamente orgullosos de sus polvos, de su hombría, de su aplaudida heterosexualidad. Ellos son los que les piden a los esposos, orgullosos de serlo, que quiten de la mesa de sus despachos los retratos de sus mujeres; y a los padres, orgullosos de sus familias, que escondan las fotos que decoran las paredes de sus oficinas con adorables estampas de fin de semana. ¿A qué viene exhibir de esa forma su heterosexualidad? Da lo mismo que sea el grosero comentario del adolescente o la tierna imagen de una esposa sosteniendo en brazos a su primer hijo. ¿A qué viene esa ostentación de su sexualidad? ¿quién se ha la pedido? ¿De qué están orgullosos? ¿de haber echado un polvo? ¿de estar enamorados? ¿de estar felizmente casados? ¿de tener una familia que les llena de dicha? ¿Por qué vais agarrados de la mano por la calle? ¿Por qué os dedicáis miradas de amor? Miradas que muestran con obscenidad lo que debería ocultarse en la privacidad del hogar. Vosotros, los heteros que censuráis mi sentimiento de orgullo, no del que cuenta con quién folla o deja de follar -que con vosotros nunca compartiría mi sexualidad-; sino del que querría poner una foto de su marido sobre la mesa de su despacho, del que desearía poder andar a su lado por la calle cogiéndole de la mano o dedicarle una caricia en el metro; ¿censuráis también a todos esos heteros que hacen lo propio con sus parejas, sus esposas, sus familias? ¿con una broma de mal gusto? ¿con una mirada de asco? ¿con un insulto? ¿con amenazas? ¿con puños americanos y bates de béisbol?
Porque mi sexualidad es sólo mía; pero mi afectividad no lo es.
State-sponsored homophobia, mapa del ILGA (pulsa para ampliar); muestra el grado de (des)protección de los LGTB en el mundo. Nótese como el caribe anglófono concentra un gran número de países que mantienen leyes homófobas.En esta época, muchos están pensando en sus vacaciones, y creo que como consumidores tenemos la responsabilidad de no gastar ni un céntimo en estos supuestos paraísos que discriminan arbitrariamente a su población. A mi, personalmente, no se me pierde nada en un país como Jamaica, que pese a dar una imagen de ser un destino muy cool, muy relajado, donde fumarte tu hierbita en la playa mientras oyes Reggae, es uno de los lugares más homófobos del mundo y donde no se hace nada para parar la violencia contra las personas homosexuales. Pongo este ejemplo porque el caribe anglófono es un destino todavía relativamente poco frecuente para el turista español, que prefiere ir a sitios como la República Dominicana, pero Jamaica aparece desde hace unos años con ofertas destacadas en los folletos de las agencias de viajes. ¿De verdad te parece interesante viajar a una isla donde una muchedumbre airada organiza una manifestación ante la mera idea de que atraque en su población un crucero gay? ¿De verdad creías que esas cosas sólo pasan en países musulmanes?
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